Hemos oído hablar en múltiples ocasiones de las apps, son algo que ya forma parte de nuestro día a día y con lo que trabajamos habitualmente. Pero, ¿has escuchado alguna vez el término DApp? Tanto si es así como si no, aquí te dejamos una explicación muy clara sobre lo que son y qué las diferencia de las apps. Nuestro compañero Diego González, Blockchain Expert, nos lo aclara en este vídeo.
Una DApp es una aplicación descentralizada. Generalmente hablamos de DApps para referirnos a interfaces gráficas, a programas visuales, que interactúan con smart contracts, que están desplegados, hospedados, en una determinada red blockchain.
Por ejemplo, una DApp, a través de una determinada dirección web, te permite acceder e interactuar gráficamente, de forma intuitiva, con un contrato inteligente sin necesidad de tener conocimientos técnicos. Para el usuario común, no hay mucha diferencia entre utilizar una DApp, mirar fotos en una red social, utilizar un gestor de correo, porque al final lo que hacen es interactuar con una página web, una aplicación web. Pero aunque parezca algo indistinguible, la diferencia es fundamental.
Las aplicaciones web al uso suelen mostrarte una interfaz gráfica que por detrás está hablando con un sistema hospedado en servidores centralizados, un sistema opaco y ajeno al control por parte del usuario. Al final lo que hace es ofrecerte una caja negra cuyo correcto funcionamiento es algo en lo que tienes que confiar, y en la que tus datos están custodiados por un tercero. Además, en cualquier momento esa caja negra, ese servidor, puede dejar de estar activo. Puede caerse, puede desaparecer la empresa, y el servicio deja de funcionar.
Con las DApps, en cambio, lo que haces es interactuar directamente con un smart contract hospedado en una red descentralizada, distribuida y transparente, cuyo contenido puedes verificar, y que supuestamente permanecerá encendida o activa, siempre que existan nodos de la red que están funcionando.
Asumiendo que en una red blockchain hay muchos nodos, es muy difícil que estén caídos todos o que la red se apague, por lo que solemos hablar de una infraestructura permanente. Que se supone que va a “vivir eternamente”, al menos siempre que haya alguien dispuesto a mantenerla activa.
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